domingo, 29 de abril de 2018

Nueva oportunidad

Aún recuerdo aquel día en el bus bajando de la facultad para ir a comer al McDonald los de nuestro antiguo grupo, cuando no teníamos sitio y estuvimos en un hueco los dos de pie hablando de nuestras cosas y riéndonos sin mas, fue de las primeras veces que realmente me sentí cómoda contigo, a gusto, sin miedo de contarte algo o de hacer un poco el tonto. Habíamos hablado antes, lo sé, pero tu sabes como soy yo con las personas "desconocidas". En ese momento aún no hablábamos casi por whatsapp, quizás un par de mensajes para vernos por la mañana en la facultad, pero no mucho más.
Me acuerdo que, al llegar el bus y bajarnos de él, solo quería seguir conversando contigo, pero me daba vergüenza parecer un poco pesada y lo dejé estar, pero tu te quedaste al lado cuando íbamos andando a comer, y seguiste dándome temas para hablar. Aún no lo sabía, pero ese era un principio de algo muy grande. Realmente no se por qué, pero ese recuerdo en concreto, lo tengo grabado en mi cabeza.
Otro de los recuerdos que tengo es aquella noche con las banderitas, cuando buscábamos la bi y la demi y nos estuvimos riendo tantísimo por el grupo que usábamos hace meses, lloré de la risa con nuestros comentarios y demás que aún sigo releyendo a veces.
Algo que me despierta nostalgia y, a la vez, me hace sonreír, fue aquella noche que te acompañé a casa. Ambos fuimos "torpes" y nos ha servido para muchas coñas pero, sin lugar a dudas, fue una noche para recordar siempre. El frío y lo poco que lo sentía por los nervios, las ganas de acurrucarme y besarte dulcemente... Al pensar en ello todas esas sensaciones vuelven a mi y me envuelven cálidamente.
Todo eso son recuerdos vívidos antes de ESE momento, de ese primer beso, de la noche en la que, después de tantos meses, sentí felicidad y que las cosas realmente podrían salir bien de una vez  por todas. Las cuatro de la mañana, un frío increíble, nosotros en la calle, juntos, solos... Y el beso, el primero, justo después de frotarnos la nariz dulcemente, cuando ambos temblábamos de nervios, nos besamos. Sentí paz, felicidad, me sentí protegida, que nada ni nadie podrían arruinar ese momento. Y no me arrepiento ni un solo día de haber estado en ese lugar y en ese momento contigo.
Después vinieron mas, muchos mas besos llenos de timidez al principio, pero siempre cargados de un amor que no nos atrevíamos a confesar al 100%. Ambos sabíamos que nos queríamos, que nos gustábamos, pero quizás teníamos miedo. Yo al menos tenía miedo, de meter la pata, de arruinar algo que me encantaba (tu), tenía miedo del mundo y tu me lo quitaste a base de besos y amor.
Nuestra primera vez, esa mañana de diciembre que pensé explotar de amor. Fue... mágica, indescriptible. Sentí otra vez lo mismo que en aquel banco de la catedral a las cuatro de la mañana, y sentí que realmente podía estar amándote, por mucho que quisiese negarlo.
Me costó aceptarlo, que me estaba enamorando de ti, supuso un esfuerzo muy grande admitirlo en mi cabeza, porque yo estaba convencida de que podía manejar mis sentimientos a mi antojo. Hoy por hoy, me alegro de haberme confundido.
No cambiaría nada, llevo siendo feliz a tu lado muchos meses, y llevas peleando por mi mucho tiempo, luchando porque volviese a confiar en el amor. Y si, lo has conseguido, estoy mas ilusionada que un niño con una bolsa llena de chuches, te amo y no tengo duda de que voy a seguir haciéndolo. Te has convertido en todo amor, en todo lo que intentaba evitar pero necesitaba mas que nada para volver a vivir de nuevo. Gracias a ti tengo otra vez ganas de comerme al mundo, de decir "aquí estoy yo", de ser feliz... Siento que tengo una nueva oportunidad.
Me siento querida, y siento que puedo volver a querer. Simplemente, gracias.