El traqueteo del carruaje
seguía siendo constante, no había parado desde que dejé el puerto
unos kilómetros mas allá, en fin, el tan largo viaje por vía
marítima aunque me hubiese mareado, si que vale la pena, después de
cinco años sin saber de mi padre por fin iba a poder verlo de nuevo,
no es que a mi madre y a mi nos hubiese dejado abandonadas, no, lo
que ocurrió fue que mi padre en una de sus habituales marchas con
unos amigos a alguna zona donde se pudiese encontrar algo, lo mínimo
que fuese, para venderlo y alimentar al resto de la familia, se
encontraron con algo que no esperaban, una cueva donde parecía que
podría haber algo, se encontraron con un oso recién salido de su
letargo anual, y, por supuesto, tenia un hambre voraz.
Ni que decir tiene que
escaparon los que pudieron, los que no fueron devorados
inmediatamente por el oso, me corrijo, no es que se los hubiese
comido, los osos no se dedican a comer humanos, es que al ver algo
que se movía, empezó a tantearlo con las zarpas cada vez con mas
fuerza, hasta que de esas tres personas, solo quedaron trozos de
carne hechos trizas y huesos.
Entre los que el oso
atrapó, se encontraba mi padre, pero a diferencia de los otros dos,
él se había hecho el muerto, por lo que el oso perdió el interés
en él casi inmediatamente. Fue una suerte la verdad, pero no volvió
con nosotras, decidió quedarse cerca de la cueva del oso para cuando
se le presentase la ocasión, matarlo.
Por él le darían
muchísimo dinero, que era lo que en aquella época necesitábamos
para poder vivir. No es que fuésemos ese tipo de personas en los
huesos que anda tiradas por el suelo en las calles suplicando por un
mendrugo de pan, no, nuestra familia era pobre, pro no tanto, si que
pasábamos hambre, pero nos las podíamos apañar.
No se si el que mi padre
se hubiese quedado donde el oso fue una especia de regalo, porque fue
aparecer él, y nuestra suerte cambió.
A los tres días de su
desaparición, cuando ya todo el pueblo sabia lo que había pasado
gracias a los supervivientes, llegó un gran carruaje lleno de
adornos lujosos que indicaba que quien estuviese a bordo de él,
estaba adinerado, yo lo había visto desde la ventana de la cocina,
donde pasaba la gran parte del día haciendo algunos labores del
hogar. Pero cuando de verdad me sorprendí, fue cuando el gran coche
lujoso, aparco delante de mi casa y de él salió el mismísimo
príncipe acompañado de su padre, el rey, de todo el estado.
Al principio pensé que se
habrían equivocado, pero cuando picaron a mi puerta, ya no dudé que
venían a por algo. ´´La casa no``-suplique en mi mente- ´´es lo
único que nos diferencia de los vagabundos de la esquina de la
plaza``, sin embargo, no querían la casa, ¡me querían a mi!
Cuando les abrí la
puerta, se quedaron estupefactos mirando el interior de la casa como
si no pudiesen asimilar que alguien podría vivir ahí, pero no les
duró mucho la expresión, porque enseguida apareció mi madre y les
invitó a pasar sin darles nada de beber, acto seguido me mandó al
pozo que tenemos a coger agua mientras intentaba excusar no haberla
tenido ya preparada. Ellos hicieron un gesto con la mano como para
restarle importancia y el rey se levanto a besar ambas mejillas de mi
madre a modo de saludo.